Obituario de Crónicas de Siyâsa para Tino Mulas

Negros nubarrones se ciernen sobre la sociedad ciezana. Esta semana, de forma inesperada, una de las personas más buenas, nobles y brillantes de Cieza nos ha sido arrebatada por el implacable destino que marca nuestras vidas. Cieza llora por Florentín Muras Arellano, nuestro Tino. Y decimos que es nuestro porque, aunque fuera salmantino, amaba con pasión a Cieza y a sus gentes y, por ello, realizó una labor encomiable, como docente y comunicador, en pro de la sociedad ciezana, la cual le está tremendamente agradecida debido a todo lo que nos ofreció de manera altruista. Cuando nadie puede decir una palabra desagradable sobre una persona ese hecho supone un fiel reflejo de la misma. Y este es el caso de Tino, nuestro Tino.

Todos los fallecimientos son dolorosos, pero más si cabe cuando no se esperan. Cuando en Crónicas de Siyâsa emprendimos el reto de ofrecer la información a la ciudadanía ciezana lo hicimos con un gran entusiasmo, porque era nuestra ilusión. Sin embargo, nunca nos planteamos que esa información que íbamos a ofrecer podría ser tremendamente dolorosa, y no estamos preparados para ello. Informar del fallecimiento de Tino, nuestro Tino, nos supera. Sabiendo como era (que difícil se nos hace hablar en pasado de él), estamos convencidos que nos animaría, como siempre, a cumplir con nuestro deber y ser profesionales. Lamentablemente, solo podemos dedicarle este homenaje, del cual creemos que estaría orgulloso; pero estas son las peores líneas que escribimos, las que más nos cuesta hacer y, por supuesto, las que jamás habríamos querido realizar.

Su velatorio se llevó a cabo en el salón de actos del IES Los Albares (su casa, la casa que ayudó a construir y que le lloró amargamente). Sus compañeros del Departamento de Historia le recitaron sus versos favoritos y después transportaron, a hombros, su féretro hasta el tanatorio. Durante el recorrido se formó un pasillo, por parte de las personas a las deja huérfanas con su ausencia, que aplaudió el fúnebre cortejo. Honor a quien honor merece.

Tino, tu marcha nos provoca un infinito vacío. En este duro trance, solo nos reconforta tu legado y tu recuerdo. Deseamos de corazón que las personas que tuvimos el inmenso placer de conocerte hayamos aprendido de ti y podamos, dentro de nuestras limitaciones, intentar seguir tus pasos.

Nos volveremos a encontrar. Que la tierra te sea leve, amigo.